martes, 20 de julio de 2010

Los hijos del divorcio





A menudo los padres que se divorcian, están preocupados, inquietos por las consecuencias eventuales que les pueden ocurrir a sus hijos. Aunque ellos se sientan preocupados por lo que hacen y sus problemas, se dan cuenta de que son las personas más importantes para su hijo o hijos. Con motivo de su divorcio, los padres pueden hundirse o sentirse liberados. Los hijos se quedarán confundidos en razón de lo que representa para ellos la amenaza de la seguridad. Algunos padres se sienten de tal manera heridos o desbordados por causa de su divorcio que pueden dirigirse al hijo para obtener el confort o el consejo. El divorcio puede ser mal interpretado por el hijo, sobre todo si los padres no les dicen lo que va a suceder y lo que les implica a ellos y lo que les pasará.

Los hijos piensan a menudo que son la causa de los conflictos entre su padre y su madre. Muchos hijos toman la responsabilidad de reconciliar a sus padres, a veces sacrificándose en esa causa. El traumatismo causado por la pérdida de uno o de los dos padres en el divorcio puede estar en el origen de una vulnerabilidad particular para las enfermedades físicas o las turbaciones mentales. Sin embargo, con la condición de prestar una atención particular a los hijos y cuidar de ellos, las fuerzas de una familia pueden movilizarse con esta ocasión y los hijos pueden ser ayudados para hacer frente a esta situación de manera constructiva, sean cuales sean las soluciones encontradas en los conflictos de los padres.

Los padres deberán ser sensibles a toda manifestación duradera de estrés en el hijo o hijos. Los más frecuentes son la pérdida de motivación para la escuela y la incapacidad a tener amigos o a divertirse. Otros signos pueden inquietar, como un sueño demasiado largo o corto o la aparición de una oposición sistemática y cóleras en familia. Los hijos necesitan saber que su padre y su madre serán siempre sus padres, incluso si el matrimonio se termina y sus padres no viven ya juntos. Los conflictos prolongados a propósito de la custodia de los hijos o las presiones sobre ellos para tomar partido por el uno o la otra pueden ser particularmente dolorosos para los jóvenes y pueden añadirse a los desgarros provocados por el divorcio. La implicación efectiva de los padres en el bienestar de su hijo es vital para este último. Si un hijo presenta signos de estrés, el médico de familia o el pediatra puede evaluar y tratar los síntomas causados por este estrés. Los padres deben pues preservar absolutamente a sus hijos y nos tomarlos como rehenes, ni denigrarse nunca el uno a la otra delante de sus hijos. Nunca diremos bastante que los hijos no son responsables de la separación, y que ninguno de los dos puede mantener al mismo tiempo los roles de padre y de madre. Pero para mantener sus oportunidades o chances, los padres habrán sabido abstenerse de mezclar su progenitura en sus querellas. Habrán evitado discutir delante de ellos, explicarán que siguen, suceda lo que suceda, como madre y padre para siempre.



Incluso si el número de estos últimos no ven ya del todo a sus hijos tras algunos años, los padres presentes lo son sin embargo cada vez más. Y son exigentes en el compartir legítimo de los derechos de los padres. Han participado en sus nacimientos, han preparado los biberones y servido las papillas ( 63 % ). Han cambiado las cunas ( 55 % ) y aprovechado de permisos en familia. Aquellos están no solamente listos, sino deseosos para continuar asumiendo sus roles.

Las modificaciones actuales de las leyes sobre la familia los ayudarán a encontrar un equilibrio todavía imperfecto. Pero todo eso no bastará a los padres para mantener sus roles. Casados o separados, sólo el 23% se encuentran en reuniones de alumnos, y el 22 % ayudan a sus hijos a preparar sus maletas.

El divorcio, hay que decirlo, sólo tiene consecuencias nefastas para los hijos:

- Tener padres que se separan no es desgraciadamente la prueba más dura que un niño pueda conocer.

- Incluso si los ejemplos siguientes no pueden compararse los unos con los otros: Las querellas reiteradas, el incesto, el alcohol pueden hacer mucho más daño. Según nuestro conocimiento, ningún estudio ha demostrado que los hijos de los divorciados sean menos felices que aquellos

con asistencia pública o los que son golpeados por sus padres. - 4º años antes del desarrollo de los divorcios, es posible decir que estos niños, convertidos en adultos, son más hostiles a la vida de pareja, ni al matrimonio, ni a la maternidad que los demás. Y no se divorcian más.

- Por el contrario, saben que el matrimonio no es eterno, y que es muy frágil. Tienen el recuerdo de idas y venidas, de maletas siempre listas, y pueden evitar eso a sus propios hijos.

- Los hijos de separados o divorciados tejen en general sólidas amistades entre los chicos de su edad, sobre todo si están en la misma situación Ha sucedido así ver verdaderas pequeñas comunidades en las escuelas, con chicos que se conocen, se explican lo que viven y elevan su moral. Hay igualmente una multitud de familias recompuestas felices con hijos equilibrados y de fuertes experiencias. - Estos hijos, para terminar, serían a menudo más capaces de fracasar, relativizarían más fácilmente las preocupaciones diarias. Nuestra misión de padres consiste en permitir a nuestros hijos adquirir las bases necesarias para su desarrollo, acompañarlos para que encuentren sus propios caminos, Aportarles la capacidad de análisis y discernimiento para que hagan buenas elecciones para su propio futuro y las asuman.

El doctor Adolfo López Uriarte, socio fundador del Instituto de Estudios de la Pareja, afirma: "El divorcio es una de las experiencias más traumáticas que puede vivir un niño". Pese a ser hoy una gran realidad, a pocos niños se les prepara para afrontarlo. Incluso cuando la noticia se les da con tacto, su reacción, aseguran los expertos, es casi siempre la misma: conmoción, seguida por depresión, negación, enojo, pérdida de autoestima y, en particular entre los preadolescentes, la sensación de que hasta cierto punto son responsables de lo ocurrido. Inclusive los pequeños de entre dos y cuatro años se sienten culpables, y no es raro que den marcha atrás en su desarrollo, volviéndose más dependientes: mojan nuevamente la cama, piden que les den de comer en la boca.

Los de entre seis y ocho también asumen con frecuencia la culpa de la ruptura y, encima, temen que sus padres los abandonen o dejen de quererlos. Ya tienen conciencia clara de lo que significa la separación, y muchas veces se sienten sumamente frustrados porque no consiguen evitarla o revertirla. Según muchos expertos, se trata de una de las etapas más críticas para los hijos de padres divorciados, y donde hay más pequeños afectados. Algunos niños, en especial los varones cuyo papá se ha ido, tratan de reemplazarlo. Se tornan protectores con la familia. Un niño de ocho años, el día en que su padre se marchó, anunció que a partir de entonces iba a dormir con su madre para cuidarla.

Entre los 9 y 12 años el sentimiento más característico es el enojo hacia uno de los padres, generalmente con el que se quedan a vivir. Éste suele perder valor a sus ojos por su supuesta incapacidad para

retener al cónyuge, explica María Teresa Sáenz Chapa, coordinadora de la clínica del Instituto de la Familia. Una pequeña de diez años, sumamente molesta, increpó cierto día a la mamá: "¡Tú tienes la culpa de que mi papá se haya ido!" La problemática de los adolescentes es distinta. A ellos, más que el sentimiento de culpa, los aflige un dilema de lealtad. "Los padres los ponen entre la espada y la pared", explica la psicóloga Margarita Hernández. "Mi mamá quería que me fuera con ella", cuenta una muchacha de 14 años. "Pero mi papá me dijo: "Si te vas con ella, no me vuelves a ver. Yo no quiero una hija de sábados y domingos'. A cada rato decía que mi mamá había tenido la culpa del divorcio".

También el sexo del niño determina la forma en que repercute el divorcio; entre los hijos de padres divorciados, los varones son los más perjudicados. Como se espera más entereza de ellos y se piensa que pueden salir adelante solos, reciben menos atención y exteriorizan menos sus emociones. Los adultos les dicen: "Ahora tú eres el hombre de la casa', sin darse cuenta de que son unas criaturas". Independientemente del sexo y la edad, los hijos desean siempre, a veces con verdadera obsesión, reunir de nuevo a sus padres.

Pocos padres se toman la molestia de comunicar a sus hijos qué ocurre y por qué. Ellos acaban imaginando, pero lo que imaginan rara vez coincide con la realidad. Resulta complicado y confuso acostumbrarse a vivir entre dos hogares, con un padre en cada uno. El costo del juicio y el mantenimiento de dos casas suele mermar considerablemente el nivel de vida. Muchos de estos niños pierden de golpe, además de uno de los padres, la casa, la escuela, los amigos e inclusive parte de la familia. Para colmo, hay muchos padres varones irresponsables. Aproximadamente 60 por ciento no dan la pensión alimenticia. A veces la dan unos meses, y después se olvidan de que tienen hijos. Los que viven un juicio de custodia son los más lastimados. En los juzgados se libran

prolongadas y dolorosas batallas, en las que nadie sale ganando. Algunos padres exigen en exclusiva la custodia y pretenden que los niños no vuelvan a ver al ex cónyuge. Otros más --por increíble que parezca-- no desean hacerse cargo de ellos.

¿Cuánto tarda en adaptarse un hijo de padres divorciados?

Entre otros factores, depende de su edad y de la estabilidad de su vida tras la separación. Si bien en ocasiones nunca superan el golpe, de ordinario bastan uno o dos años para que acabe de aceptar su nueva realidad.



El bienestar emocional de los hijos depende en buena medida de la relación que lleven los padres después de la separación. Su recuperación se entorpece si los vuelven mensajeros o espías, si los obligan a escuchar críticas y quejas sobre el otro, o si les prohíben verlo. A muchos los convierten en rehenes de sus rencores, El divorcio no es fácil para ningún niño, pero algunos salen bastante bien librados. Desaparecida la tensión matrimonial, recuperan la confianza en sí mismos y se sienten relajados. La mayoría de los expertos aseguran que pueden salir favorecidos con la separación, y que se encuentran mucho mejor apartados de los pleitos conyugales. Para bien o para mal, el divorcio sigue dividiendo familias a un ritmo preocupante. Por más que padres e hijos luchan por salir adelante, a veces con ayuda profesional, el divorcio y sus consecuencias pueden convertirse en un laberinto de conflictos y

confusión que quizá nunca acabe de resolverse. La regla de oro aquí es que, no obstante haberse separado, las parejas permanezcan unidas como padres.











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